
Baja con su violonchelo y un taburete por la estrecha escalera y sale a la calle desierta. La guerra sigue desatada a su alrededor y él se sienta en el pequeño cráter que la bomba ha abierto en el lugar de impacto. Toca el Adagio de Albinoni. Lo hará a diario durante veindos días, un día por cada persona asesinada. O, cuanto menos, lo intentará. No está seguro de que vaya a sobrevivir. No está seguro de que le queden suficientes adagios.
El violonchelista de Sarajevo. Steven Galloway.
Imagen:Modigliani.
Impresionante fragmento Odel, me quedé temblamndo...
ResponderEliminarEl cuadro, maravilloso.
No es nada fácil lograr con cuatro palabras dibujar un cuadro verosimil de la destrucción, o de la propia vida. Con textos así, uno baja la cabeza y no puede decir nada. Nada...
ResponderEliminarPreciosa historia, Odel.
ResponderEliminarEs verdad a veces cutro palabras lo dicen todo
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