A partir de entonces el mundo se hizo suyo a través de la lectura. Nunca más se sentiría sola, nunca más añoraría la compañía de un amigo querido. Los libros se volvieron sus únicos aliados. Había uno para cada momento: los de poesía eran compañeros tranquilos, los de aventuras eran bienvenidos cuando se aburría y las biografías cuando deseaba conocer a alguien. Ya adolescente, llegarían las historias de amor. La tarde que descubrió que podía leer; se prometió leer un libro al día durante el resto de su vida.
Un árbol crece en Brooklyn. Betty Smith.
Imagen:George Clausen
2 comentarios:
Si no tuviese otras obligaciones también me comprometía yo, pero...
Besos,
Algo excesivo, porque además de leer hay que vivir, pero por otra parte es otra forma de aprender.
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