No dijo más. Se abrazaron para que ninguno viera la cara del otro e hicieron el amor para no tener que hablar. Se acoplaron con esa típica ternura sensual de conocerse bien y con la nueva pasión intensa de la pérdida. Después, en la oscura noche de su habitación, yacieron quietos sin hablares, rozándose ligeramente
Stoner. John Williams
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