Tenías la piel erizada y te reías.
Estábamos tan próximos que no podíamos vernos, ambos absortos en ese rito urgente, envueltos en el calor y el olor que hacíamos juntos. Me abría paso por tus caminos, mis manos en tu cintura encabritada y las tuyas impacientes.
Te deslizabas, me recorrías, me trepabas, me envolvías con tus piernas invencibles, me decías mil veces ven con los labios sobre los míos. En el instante final teníamos un atisbo de completa soledad, cada uno perdido en su quemante abismo, pero pronto resucitábamos desde el otro lado del fuego para descubrirnos abrazados
en el desorden de los almohadones, bajo el mosquitero blanco.
Yo te apartaba el cabello para mirarte a los ojos. A veces te sentabas a mi lado, con las piernas recogidas
y tu chal de seda sobre un hombro, en el silencio de la noche que apenas comenzaba.
Así te recuerdo, en calma."
Cuentos de Eva Luna -Isabel Allende
No hay comentarios:
Publicar un comentario