Sí, ese que parpadea en el estomago,
cuando recuerdas las caricias regaladas
a tu amante hoy furtivo al descubierto.
La madrugada sabe a café en la misma taza,
suena a cucharillas amarillas,
desparejadas, heredadas de extraños,
que vigilan la sala en marcos de cerezo.
en el dorso de mis muñecas,
en el beso tierno sobre la palma de mi mano.
Me sonríes y te comes mis labios,
abro mis muslos y me siento en tu sorpresa,
cierro tus párpados con los míos
para que no veamos terminar estas horas fugaces,
de madriguera...
que bebimos ayer,
sin agotar el deseo,
ese licor traicionero,
dueño y señor de nuestras voluntades,
amigo fiel de nuestras añoranzas.
me esperará fuera,
cuando traspase el umbral de mi casa,
y descanse abrazada a estos tiernos recuerdos.
Marta Alberca.
Imagen: Gabriel Pacheco
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