acompañado de mi soledad
y quería pensar y no pensaba,
porque en la esquina del tumulto ajeno
me convocaba algún silencio simple,
uno es tan único que no consigue
ser como otros y menos no ser.
Nos levantamos y desmoronamos
con los recuerdos o con los despistes,
mirarse adentro, puede tener gracia,
y también puede convertirse en duelo,
nos conocemos tan precariamente
que respiramos y eso nos asombra.
El corazón aporta sus latidos
y los sentimos con un ritmo ajeno,
es cierto, me metía en un café,
y los otros pasaban y pasaban
pero no me dejaban ni un vistazo
para que lo escondiera en mi guarida.
Mario Benedetti
Imagen Aldo Balding
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