Cada mañana el viaje era una urgencia, pero el hijo del campesino posponía la partida y el mar iba llenandose de asombros, de misterios posibles. Los huesos del viejo marino eran su brújula sin norte. Cuando creyó encontrar la ruta hacia la costa le faltaban lo sientes, ya no estaba en el aire ese olor salitroso que agitaba su sangre, quiso volver sobre las viejas canciones marineras y no encontró los versos, las tormentas, los amores perdidos, la distancia
Waldo Leyva
1 comentario:
Una maravillosa composición la que forman texto e imagen, casi parecen creados el uno para el otro.
Un saludo
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